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Pertenezco a la generación baby boom y el aceite de hígado de bacalao era en nuestra infancia como una especie de poción mágica para cuando estábamos débiles o enfermos. Tentadora por su halo de superpoder que los adultos nos contaban, pero con un sabor horrible, al menos en las fórmulas de aquella época.
Historia del aceite de hígado de bacalao
El aceite de hígado de bacalao fue especialmente popular en las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado, debido a su papel en la prevención de enfermedades relacionadas con la deficiencia de vitaminas A y D, como el raquitismo en niños y problemas de salud ósea en adultos. Puede que esto nos suene lejano hoy en día, pero durante ese tiempo, la alimentación en muchas regiones era menos diversa y accesible que ahora. La vitamina D no se encontraba fortificada en alimentos comunes, como ocurre ahora en productos como la leche, ni se consumían tantos lácteos como hoy en día.
A mediados del siglo XX, la salud infantil era una prioridad para los gobiernos y los sistemas de salud pública. Pequeñas innovaciones como la introducción de la leche infantil en polvo tenían un gran impacto. Así muchos gobiernos promovieron el consumo de este complemento como una medida preventiva accesible, ya que el aceite de hígado de bacalao era una fuente fácil y económica de nutrientes vitales para el desarrollo infantil.
Hablamos no sólo de España, el aceite de hígado de bacalao era por ejemplo especialmente valorado en países nórdicos, como Noruega e Islandia, donde el clima frío y la falta de luz solar en invierno aumentan el riesgo de deficiencia de vitamina D. En estas culturas, el consumo de aceite de hígado de bacalao forma parte de la dieta tradicional y se considera una práctica saludable y preventiva.
¿Para qué sirve el aceite de hígado de bacalao?
El aceite de hígado de bacalao es un tipo de complemento nutricional derivado del hígado del bacalao, un pescado blanco de aguas frías.
Es conocido por su alto contenido de ácidos grasos omega-3 (tanto EPA como DHA) y vitaminas A y D. Este aceite se ha usado tradicionalmente para fortalecer el sistema inmunológico, mejorar la salud de los huesos y las articulaciones, y apoyar el desarrollo del cerebro.
Principales beneficios
- Salud ósea. La vitamina D en el aceite ayuda al cuerpo a absorber calcio, fundamental para mantener huesos fuertes y prevenir enfermedades como la osteoporosis o la artritis.
- Salud ocular. La vitamina A apoya la visión y puede reducir el riesgo de enfermedades oculares relacionadas con la edad.
- Sistema cardiovascular. Los ácidos grasos omega-3 contribuyen a reducir la inflamación y pueden mejorar la salud del corazón, ayudando a controlar los niveles de colesterol y la presión arterial.
- Salud cerebral y desarrollo cognitivo. El DHA, un tipo de omega-3, es esencial para el desarrollo y la función cerebral, siendo beneficioso tanto para niños como adultos.
Riesgos de consumo
Puesto que tiene tantas ventajas nutricionales, entonces por qué no incorporarlo en las dietas de niños y adultos de manera general. Pues porque es importante saber que el exceso de vitaminas A y D puede ser tóxico para el organismo.
Por eso, si comemos un poco de todo, incluyendo lácteos, consumir el aceite de hígado de bacalao no tiene sentido, o en su caso, se debe incluir con moderación.
¿Está malo el aceite de hígado de bacalao?
El aceite de hígado de bacalao se suministraba antiguamente en forma líquida, simplemente prensado. Eso le daba su característico sabor fuerte a pescado, con un toque amargo y desagradable que persistía en la boca después de tomarlo. Por eso nos lo ofrecían con un zumo o una fruta que enmascarara el sabor.
Pero podemos estar tranquilos ya que los complementos alimenticios actuales lo ofrecen en forma de concentrados como perlas o cápsulas con sabor neutro o ligeramente saborizados. Con limón, menta o sabores frutales, todo sirve para hacerlo más agradable, ya que el sabor puro puede ser un obstáculo para muchas personas.
Conclusión
Como conclusión es importante señalar que el aceite de hígado de bacalao no es conveniente para la mayoría de las personas que ya obtienen suficientes nutrientes a través de una dieta equilibrada. Tampoco para aquellos con afecciones hepáticas u otros problemas de salud específicos, donde el exceso de vitamina A y D puede causar problemas.
Solo en algunos casos en los que un médico pueda recomendarlo por cualquier tipo de carencia, deberíamos consumirlo.