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El 10 de octubre se celebra el día mundial de la salud mental.
Un estudio reciente parte del proyecto ESEMED-España, desvela que un 19,5% de la población va a padecer un trastorno mental a lo largo de su vida. Algunos de los trastornos más comunes son ansiedad, fobias, depresión, adicciones o trastornos de la conducta alimentaria.
Por desgracia, el suicidio es la primera causa de muerte de los jóvenes en España.
Según un sondeo del CIS, la pandemia de COVID-19 provocó que un 43,7% de los españoles reportaran trastorno ansioso, seguido de un 35,5% que padeció síntomas depresivos. Además, las personas con niveles económicos más bajos, que han sentido decaídas, depresión o falta de esperanza durante la pandemia, han sido casi el doble (32,7%) respecto a la clase alta (17,1%).
Pero ante estos datos, en España solo hay 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes.
Esta información nos debería hacer reflexionar. Aunque en los últimos años se ha avanzado sobre el tabú que supone la enfermedad mental y la necesidad de acudir a un psicólogo, los recursos encargados del cuidado de nuestra salud mental aún son escasos e insuficientes.
Con motivo del día mundial de la Salud Mental, queremos dedicar este artículo a esta esfera de nosotros mismos. Una esfera que nos afecta de forma profunda y con la que aún debemos conectarnos más.
En el año 1948 la Organización Mundial de la Salud definió la salud como “un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no meramente como la ausencia de enfermedades o trastorno”. Se contempla, de esta manera, la salud desde una perspectiva integral. Esto encuadra factores biológicos, psicológicos y sociales que se relacionan con el estado de bienestar.
Esta perspectiva de la salud y el bienestar se relaciona con el Modelo Biopsicosocial. Fue George L. Engel, un reconocido psiquiatra estadounidense, quien generó este modelo. Contempló la existencia de estos factores (biológicos, psicológicos y sociales), en el desarrollo de enfermedades y/o estados de salud.
El desarrollo de este modelo supone un avance muy importante en la conceptualización de qué es la salud. Este modelo supuso una alternativa al paradigma biomédico tradicional, caracterizado por su reduccionismo. Efectivamente, se entendía la enfermedad como una desviación del funcionamiento de la persona justificada, simplemente, por factores biológicos. Además, este modelo genera una visión dicotómica mente-cuerpo, como entidades independientes y no relacionadas. El modelo biopsicosocial reclama que no es solo el cuerpo el que enferma, sino la plenitud de la persona. Siendo numerosos los factores relacionados con la enfermedad, se le confiere, además, un papel activo a la persona sobre su propio estado de salud o bienestar.
Mente y cuerpo, ¿indivisibles?
Tal y como se ha mencionado anteriormente, una de las aportaciones principales del modelo biopsicosocial fue romper con la idea de que mente y cuerpo son aspectos independientes y no relacionados. Una de las mayores evidencias de ello es el fenómeno de la psicosomatización.
Nos referimos a psicosomatización como a un fenómeno por el que nuestros estados mentales negativos, derivados de ansiedad, estrés o depresión, generan o mantienen síntomas negativos en nuestro cuerpo. Algunos de los sistemas de nuestro cuerpo más vulnerables a nuestros estados emocionales son:
- Sistema muscular. Algunos de los síntomas más comunes son contracturas, cansancio crónico o tensiones.
- Sistema inmune. Nuestro sistema inmune tiene un fuerte vínculo con el sistema endocrino, encargado de la segregación de hormonas relacionadas con nuestras emociones. A modo de ejemplo, se ha comprobado que personas que cuentan con síntomas depresivos o de estrés crónico presentan inmunodepresión. Esto se traduce en una mayor probabilidad de sufrir ciertas enfermedades.
- Sistema circulatorio. En estados depresivos y de ansiedad son comunes síntomas como la taquicardia.
- Sistema digestivo. Se pueden dar síntomas relacionados con sequedad en la boca, náuseas, diarrea, etc.
Pero no todo es negativo. Los efectos positivos de intervenciones psicológicas sobre personas que sufren cierto tipo de enfermedades también han sido comprobados científicamente. Un ejemplo de ello, se observa una mayor tasa de supervivencia en cierto tipo de cánceres cuando la terapia farmacológica se combina con técnicas de relajación, afrontamiento del estrés y apoyo social y familiar.
Todos estos ejemplos deben hacernos conscientes de que apostar por nuestra salud mental es apostar por nosotros mismos de una forma global.
Día mundial de la Salud Mental: claves para cuidarse
Es evidente que cuidar de nuestra salud debe ser una de las bases de nuestros estilos de vida. Sin salud no somos dueños de nuestras vidas. Por eso, la principal clave que propongo para encargarnos de esta esfera de nosotros mismos, es aumentar nuestra conciencia de su importancia. Una vez cultivada esta conciencia, debemos ser capaces de organizar nuestro día a día, para dedicarle tiempo y esfuerzo a su cuidado.
Como principales pautas concretas para el cuidado de nuestra salud mental, propongo:
- Fomento de nuestras relaciones sociales. Al ser animales sociales tenemos la necesidad de generar vínculos con otras personas. Por ello, cuidar de nuestras amistades tiene un efecto positivo en nuestra salud.
- Cuidar la alimentación, el descanso y hacer ejercicio físico. Necesitamos un cuerpo sano para tener una mente sana. Y viceversa. Así, debemos tratar de conectarnos y cuidar nuestros propios cuerpos. Es todo lo que tenemos.
- Buscar y mantener un propósito en nuestras vidas. Viktor Frankl, un psiquiatra que sufrió la experiencia de vivir en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, observó la forma en que las personas que tenían un propósito o sentido vital eran las más capaces de sobrevivir a un entorno tan hostil. De esta manera desarrolla la Logoterapia, centrada en la búsqueda de sentido existencial para mejorar nuestra calidad de vida.
- Desarrollar habilidades relacionadas con nuestra gestión emocional. Reconocer y aceptar nuestras emociones, ayuda a que éstas no se apoderen de nuestras vidas. De igual manera, desarrollar estrategias para enfrentarnos a situaciones de dificultad, resulta positivo y adaptativo para vivir todas las etapas que nos vaya trayendo la vida. El mindfulness es un ejemplo de práctica para mejorar este control.
Con estas pautas hemos incidido en la dimensión de nuestra salud que somos capaces de controlar: la psicológica. Es muy importante destacar, tal y como describe el Modelo Biopsicocial, que la realidad social de la persona (nivel económico, educativo, situación legal, etc.) condiciona de forma directa su estado de salud. Este dato debería hacernos ser más solidarios y justos con nuestro entorno. Porque, al fin y al cabo, no es posible encontrar la salud en una sociedad que no sea saludable en su conjunto.