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Si hacemos un repaso por internet de los estudios sobre expectativas vitales, veremos que la mayoría se refieren a estudios sobre jóvenes y adolescentes. No es casualidad puesto que esta población es la que tiene más tiempo y retos por delante para construir sus proyectos vitales.
Ahora bien, las expectativas son un arma de doble filo. La satisfacción ante un reto es una ecuación en la que se dividen los resultados obtenidos entre las expectativas generadas. Y por ello, cuando generamos muchas expectativas, si los resultados no son suficientemente altos, estaremos insatisfechos. Y, al contrario, cuando encaramos un proyecto con pequeñas expectativas, cada logro será fuente de una gran alegría.
En este post veremos la importancia de tener metas en la vida, ya que nos motivan y nos movilizan hacia la acción constructiva. En cambio, hay que evitar generar demasiadas expectativas, que son creencias sobre lo que los logros nos van a aportar personal y emocionalmente generan ansiedad y frustración. A menudo un tanto obsesivas. ¿Cuál es la diferencia? Es bastante sutil, las primeras nos pueden llevar a disfrutar del día a día, generando energía para realizar acciones de acuerdo a un plan. Pero las segundas nos pueden atrapar mentalmente y generar ansiedad, frustración y desánimo.
¿Qué son las expectativas vitales?
Las expectativas son suposiciones y esperanzas de logros y metas que vamos a conseguir en el futuro. En ese sentido suelen ser positivas porque normalmente trabajamos con metas que nos hacen crecer. Pero también pueden ser negativas, es decir que en ocasiones lo que se espera a nivel vital, son situaciones difíciles por llegar. Es lo que ha pasado con toda una generación de jóvenes que estudiaron durante las fuertes crisis económicas de la pasada década.
Existe una carga emocional en torno a las expectativas. Cuando son positivas, que es lo habitual, construimos una percepción de felicidad con su consecución. O, dicho de otro modo, esperamos con un grado de esperanza razonable, que vamos a conseguir una meta y que esta nos va a hacer vivir una gran satisfacción.
Y en el caso de las grandes expectativas vitales, hablamos de temas muy importantes para las personas. Desde una relación sentimental, la formación de una familia, un logro profesional, una compra de una vivienda, etc. Por tanto, pueden llegar a ocupar una gran parte del tiempo de nuestros pensamientos conscientes e inconscientes, generando ansiedad por que lleguen. Y una vez que se alcanzan, desilusión porque esos logros no nos hagan felices comoe esperábamos.
¿Qué debemos hacer con las expectativas?
La sociedad actual genera un gran número de expectativas, tanto a nivel personal y relacionadas con logros personales y profesionales. Como más fugaces, a través del consumo, no sólo de productos, sino de experiencias, de viajes, de relaciones, etc.
Esta es una de las claves que explica la prevalencia de los episodios de ansiedad y depresión que inundan los países occidentales, y cada vez a poblaciones más jóvenes.
La psicología nos muestra una paradoja mental. Por un lado, es importante tener metas vitales porque nos movilizan, nos impulsan a trabajar con un plan y a estar activos. Pero al mismo tiempo hay que evitar la generación de un exceso de expectativas porque cuando no se cumplen llevan a la frustración. ¿qué es lo que tenemos que hacer entonces?
Las personas somos complejas y la respuesta no es fácil, pero la clave está en el control de las emociones y en la capacidad de saber concentrarnos en nuestro presente.
La psicología y las grandes corrientes del pensamiento de la humanidad, llegan a conclusiones similares. La felicidad en la vida no se alcanza por generar expectativas vitales, sino por saber disfrutar de nuestro día a día.
Aunque es importante que tengamos metas y luchemos por ellas, hay que saber vivir centrados en el presente con plenitud, aquí y ahora.
Actividades que nos ayudan a vivir el presente
Para rebajar la ansiedad de las expectativas, algunos consejos de Saludteca para vivir centrados en el presente y gozar de mayor salud mental.
- Realizar ejercicio físico regular y adaptado a cada etapa de la vida.
- Cuidar y dedicar tiempo a las relaciones sociales, con nuestra familia, nuestros amigos, todos los días.
- Cultivar pequeños hobbies y aficiones a las que dediquemos tiempo diariamente.
- Vivir en contacto con la naturaleza, por ejemplo, caminar por un parque o cultivar un huerto urbano.
- Realizar meditación o mindfulness.
- Apuntarnos a actividades como el yoga o el tai chi.