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Hasta hace unos años, se sabía que el intestino y mente estaban vagamente relacionados. La tesis era que el cerebro mandaba determinados mensajes al intestino que hacían que funcionara de una forma u otra.
Sin embargo, en los últimos años, sobre todo después de algunos estudios publicados a partir de 2018, se sabe que en realidad la comunicación e influencia va en los dos sentidos. Incluso parece que es sobre todo el intestino, el que envía constantemente información al cerebro para influir en nuestro estado mental.
Otro fenómeno extraordinario es que la famosa microbiota intestinal no sólo influye sobre la respuesta inmunológica del organismo, sino que tiene un gran papel en la salud mental. Se llama microbiota a la flora bacteriana que reside en nuestro intestino grueso. Pues bien, detrás de ciertos desequilibrios en esta flora puede encontrarse parte de la explicación de los estado de humor y de trastornos mentales como el Alzheimer, Parkinson o episodios de ansiedad.
La neurociencia y la investigación del intestino
La investigación del papel del intestino en el cerebro se enmarca dentro del campo de investigación de la neurociencia.
La neurociencia es la disciplina científica que analiza el conjunto del sistema nervioso y su relación con el organismo. Este apasionante campo tiene una base científica sólida. Se apoya en estudios que van desde la biología celular, hasta la genética, la psicología o de numerosas especialidades de la medicina.
En la última década la investigación muestra cada vez más los aspectos holísticos de la salud. Es decir, la salud física y de los diferentes órganos del individuo, está relacionados con la salud mental. Pero incluso más allá, nuestro comportamiento corporal, el ejercicio físico, las relaciones sociales y nuestros hábitos de alimentación y descanso y hasta la visión de la vida, impactan directamente sobre el cerebro y la salud mental.
¿Por qué intestino y mente están relacionados?
“Tripa vacía, corazón sin alegría” dice un viejo dicho en castellano, que se asemeja a otro italiano “pancia piena, cuore felice”. Esta constatación de la sabiduría popular sobre cómo la digestión y el sistema intestinal influye en el estado de ánimo, es en realidad mucho más importante de lo que pensamos.
El cerebro y el sistema periférico nervioso son lógicamente los órganos con mayor número de neuronas. ¿Sabes qué órgano es el segundo? El intestino, que se calcula que contiene más de cien millones de neuronas con una fuerte influencia en todos los demás órganos.
Desde hace mucho tiempo se sabía que el estómago e intestino segregan hormonas que influyen en nuestro comportamiento. La ansiedad que sobreviene cuando tenemos hambre o el relajo tras comer, son consecuencia de estos pequeños mensajeros químicos, que tardan varios minutos en comenzar a influir en el cerebro.
Pero ahora sabemos que hay otra conexión mucho más rápida a través de las neuronas. Concretamente del llamado nervio vago, que es el nervio craneal más largo. Inicia su recorrido en el bulbo raquídeo, en la parte final del cerebro que conecta con la médula espinal y desciende por el tórax hasta toda la cavidad abdominal, y los órganos digestivos. Es por aquí que el intestino “habla” al cerebro.
Muchos de esos mensajes dependen de la actividad de la microbiota. Nos referimos a las bacterias que habitan en el intestino grueso, y que se calcula pesan hasta dos kilos. ¿Y de qué depende que sean sanas? De múltiples factores, pero sobre todo de dos elementos:
- Una buena alimentación y practicar ejercicio físico.
- Evitar estados de estrés y ansiedad prolongados en el tiempo. De ahí la importancia de una vida sana para la mente, incluyendo ejercicios como la meditación, el yoga o el mindfulness.
¿Cómo comer bien?
España e Italia se encuentran entre los cinco países con mayor longevidad del mundo. La dieta mediterránea tiene mucho que ver con ello, y es también clave en la salud de la microbiota. Si queremos saber qué comer para que funcione correctamente esa conexión intestino y mente, basta con fijarnos en cómo comen nuestros abuelos.
La dieta de los productos frescos y naturales de los mercados y no la alimentación envasada de los supermercados. En la base de la pirámide muchas frutas, verduras, legumbres, cereales integrales incluyendo los arroces, frutos secos, aceite de oliva. Más arriba pescados, carnes de corral y lácteos incluyendo yogures. Es la manera de asegurarnos el alimento de la flora, los famosos prebióticos y probióticos.
En cambio. perjudican claramente a la microbiota los alimentos ultraprocesados, el exceso de carnes rojas y charcutería, los alimentos grasos y los productos azucarados.