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Hasta hace apenas un par de décadas, la medicina separaba los aspectos físicos y mentales de la salud. E ignoraba la importancia de las emociones cuando nos enfrentamos a la enfermedad. Pero cada vez más, existen evidencias de que nuestros ámbitos físicos, mentales e incluso sociales, están íntimamente correlacionados. Y cuando falla alguno de estos aspectos de nuestra vida, existe el riesgo de que nuestra salud integral se resienta. Por eso hablamos de la importancia de tener una mente sana.
Las OMS recoge desde 1948 esta idea innovadora en su momento en la definición de salud integral. Los principales estudios sobre salud mental de los últimos años, le dan la razón.
¿A qué nos referimos con mente sana?
Ya en la antigua Roma, en el siglo VI, existía un dicho que evocaba el equilibrio mental y físico: mens sana in corpore sano. El sentido que se le dio en aquel momento fue de tipo espiritual, para resaltar la importancia de la oración. De este modo se buscaba alcanzar un equilibrio espiritual en un cuerpo equilibrado, reconociendo una relación entre estas dos esferas del ser humano.
Las culturas orientales han profundizado en esta experiencia. Las religiones asiáticas, especialmente el hinduismo y el budismo han desarrollado toda una filosofía y prácticas para mejorar la salud mental. Y curiosamente, esta sabiduría se está aprovechando en occidente durante las últimas décadas.
Desde la perspectiva de la ciencia moderna, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar, que permite al individuo ser consciente de sus propias capacidades y fortalezas, para afrontar los retos y tensiones normales de una vida. Y para poder trabajar productivamente y de manera fructífera, siendo así capaz de contribuir al bienestar de su comunidad.
Más allá de las enfermedades mentales
Para la OMS la salud mental va más allá de la mera ausencia de enfermedades mentales. Tener una mente sana, es pues un concepto positivo. Aporta una mayor calidad de vida e influye sobre la salud física y sobre la existencia de relaciones sociales ricas y estimulantes.
Condicionantes de la salud mental
Existen una serie de factores biológicos, psicológicos, ambientales y de estilo de vida que influyen en poder tener una mente sana. A continuación los vamos a repasar.
Factores genéticos y psicológicos
Son imposibles o muy difíciles de cambiar para mejorar la salud mental, nos vienen dados.
- Factores genéticos para la salud mental. Existe una predisposición genética a sufrir determinadas enfermedades mentales. Esto no quiere decir que, si un individuo tiene padres o abuelos con trastornos mentales, los vaya a repetir, aunque sí hay un riesgo mayor que entre la población general.
- Factores psicológicos y de personalidad. Es muy difícil cambiar la personalidad. Si una persona tiene, por ejemplo, tendencia hacia la tristeza, será más proclive a sufrir episodios depresivos que otra con talante alegre. Y desafortunadamente estos rasgos profundos de personalidad, son casi imposibles de cambiar.
Factores ambientales
En este caso existe la posibilidad de cambiarlos para conseguir un impacto favorable en la salud mental.
- Factores ambientales. Nos referimos aquí a aspectos culturales, socioeconómicos y similares. Estos factores, al contrario que los primeros, pueden cambiar para influir positivamente en la salud mental individual. Existe una responsabilidad política, institucional y de las organizaciones sociales, para promover cambios que favorezcan una mejor salud mental y, por tanto, una mayor calidad de vida de las personas.
- Factores culturales. La cultura de un pueblo se caracteriza por los conocimientos, ideas, tradiciones o valores que atesoran. Los hombres somos seres sociales y estamos fuertemente influidos por la visión cultural de una sociedad. Por poner dos ejemplos de cultural que favorecen una mente sana, tenemos la japonesa de Okinawa. La palabra nankurunaisa, resume un concepto de adaptación, paciencia y positivismo, que claramente resultan muy positivos. También la cultura mediterránea tradicional y la importancia que otorga a las relaciones familiares y sociales, es otro ejemplo de cultura positiva. En el sentido contrario tenemos las culturas excesivamente competitivas y materialistas que tienden a hacer emerger problemas de ansiedad.
- Factores socioeconómicos. Disponer de una estabilidad económica y social es clave para gozar de buena salud, también emocional. Existen numerosos estudios que demuestran la correlación entre indicadores de pobreza y trastornos mentales. Tanto en países emergentes como en los más ricos.
- El nivel educativo. De nuevo, los estudios realizados en numerosos países muestran que a mayor nivel educativo, mayores índices de salud mental.
- Otros aspectos ambientales que pueden influir en la salud mental son: la rapidez de los cambios sociales, que pueden generar estrés en algunos estratos sociales. El entorno urbano o rural en que vivamos, en general la proximidad a la naturaleza y a entornos agradables favorece la salud mental. La integración o discriminación por sexo, religión u origen étnico, que puede fragilizar la salud mental de los grupos de población excluidos.
Estilo de vida
Por fin llegamos a los factores sobre los que es más fácil incidir a nivel individual. Hablamos de condicionantes que dependen directamente de las decisiones individuales que tomemos. Más allá de las limitaciones culturales que se tengan, todas las personas pueden decidir sobre su estilo de vida. Veamos algunas de las actividades que favorecen una mente sana.
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- El descanso suficiente y de calidad.
- El deporte o la actividad física regular, adaptada a la edad.
- Una buena alimentación, basada en productos frescos.
- Una vida social rica, ya sea familiar o con amigos.
- Ejercicios para mejorar la salud mental como la meditación, el mindfulness, la práctica del yoga o el tai-chi, entre otros.