Tabla de contenido
Vivimos la época de la ansiedad frente a la paciencia. Una época con una velocidad y un ritmo de actividades que nunca ha existido en generaciones anteriores. A pesar de las crisis económicas actuales, nuestros abuelos vivieron épocas de sufrimiento y carestía mucho más extremas de las que conocemos. Sin embargo, en mi caso, adoraba charlar con ellos y comprobar la templanza, la paciencia que transmitían ante los embates que la vida les había planteado.
La paciencia no es precisamente una actitud que se cultive hoy en día. Al contrario, el uso de la tecnología, el acceso a internet, las exigencias del trabajo, el consumismo, llevado incluso a la acumulación de “experiencias”, con viajes, salidas, ocio y eventos continuados. Parece que todo es urgente, que tenemos derecho de conseguir y exigir cualquier servicio de manera inmediata. Y lo que es peor, los niños interiorizan a través del aprendizaje y la imitación, que pueden obtener lo que quieren inmediatamente.
Tristemente es un panorama que explica en buena parte, el aluvión de cuadros de ansiedad y frustración de buena parte de la sociedad. El enorme sufrimiento que se produce por no conseguir que las cosas salgan como queremos. Frente a este drama, veremos que existe la posibilidad de cambiar hábitos, cambiar la actitud y saber cultivar la paciencia, para vivir con más paz.
¿Qué es la paciencia?
La paciencia tiene mucho que ver con saber entender el ritmo natural de la vida, que normalmente, no coincide con la urgencia de nuestras expectativas. Por tanto, significa asumir la realidad tal como es. Aceptar que hay cosas que podemos cambiar y acelerar pero otras que no podemos mover, o para los que nos toca esperar.
La etimología del término proviene del latín, patientia. Significa habilidad de aguantar el sufrimiento sin alterarse. Por eso hablamos de paciente, cuando nos referimos a alguien enfermo. El latín nos explica, por tanto, que ser paciente significa:
- Soportar vicisitudes sin sufrir, manteniendo la calma interior.
- Capacidad de realizar correctamente tareas pesadas.
- Tolerancia para para saber esperar algo que se desea mucho.
En definitiva, aceptar las cosas tal y como son, y no como nosotros queremos.
Personalmente vengo del mundo profesional de las grandes multinacionales. Mis colegas y yo, hemos trabajado con la presión acelerada de tener que conseguir resultados de manera inmediata. Coger vuelos internacionales, organizar llamadas y reuniones online, negociar con clientes y proveedores, bajar costes, subir ventas, etc. Es cierto que gracias a ese impulso la innovación, la accesibilidad y las eficiencia, han mejorado enormemente la calidad de vida general.
Pero también desde dentro, puede ser un mundo de logros efímeros en el que la impaciencia y exigencia excesivas, agoten a muchas personas. Por desgracia tiene esa otra cara, personas que sufren, que se quedan por el camino, directivos con aparente éxito que son infelices. Recuerdo a un Director General muy exigente con una trayectoria aparentemente impecable, cuyo lema para su equipo era «nothing is impossible«, «nada es imposible». Una arenga aparentemente motivadora. Pero en el fondo era una persona muy inestable y enormemente frustrada que transmitía una enorme impaciencia a todo su equipo. Y al final resultaba una de esas frases huecas, que provocan decepción en los equipos.
Existe la misma situación en otros ámbitos de trabajo y de la vida personal. Por eso, este es el mundo de la ANSIEDAD occidental, con mayúsculas.
La sabiduría es otra cosa, justamente la contraria. Tiene que ver con saber discernir lo que puede cambiar y lo que no. Movilizaros por lo primero y sencillamente aceptar lo segundo.
¿Cómo tener más templanza?
Cultivar la paciencia no es fácil, influyen elementos de la personalidad, el aprendizaje y las circunstancias en las que se desenvuelva cada persona. La mayoría, no podemos renunciar por motivos personales y familiares a un ritmo de vida ajetreado, que nos obliga a actuar con rapidez, a presionar por obtener cosas rápidamente.
En ese caso el cambio viene por introducir pequeños hábitos que actúen de manera contraria. Si podemos obtener ayuda de un amigo sabio o de un psicólogo, tendremos más posibilidades de avanzar.
Algunas de esas actividades para las que hay que reservar al principio media hora diaria, y poco a poco más tiempo son:
- La meditación, y en en caso de los creyentes, la oración. Os dejamos aquí un enlace sobre los increíbles beneficios que produce a largo plazo para tener más paz y ser más pacientes.
- El ejercicio físico adaptado a cada estado de forma. Una fuente excelente de segregar endorfinas y de serenarse.
- Pasear sin rumbo fijo a un paso lento, admirando y dejándonos sorprender por los rincones de nuestro barrio.
- Pasar más tiempo en la naturaleza, en un parque, sentarnos y obligarnos a parar para observar el ritmo de la naturaleza.
Parece simple, absurdo, pero la paciencia se construye así, viendo y aceptando la vida tal como es, no como nosotros queremos que sea.