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Hace años que la cuestión de la responsabilidad afectiva está de moda. En la era del consumismo, el ghosting es un buen ejemplo de cómo algunos ven las relaciones personales. Así, una parte de la población ha asumido el principio de la utilidad para manejarse en las relaciones personales y amorosas. Es decir, las relaciones afectivas se entienden como una acumulación de experiencias, sin compromiso alguno. Y sin importar el daño que se pueda provocar.
Pero también sin crecimiento personal, ni capacidad de entender nuestras propias necesidades más profundas como personas. Es el mundo de la dispersión y falta de concentración, llevado a lo afectivo. Y a la larga, en casos extremos, una manera de valorar las relaciones personales que conduce a un vacío existencial deprimente.
Afortunadamente, no se puede generalizar. Existe una amplia capa de jóvenes con la capacidad de comprometerse tanto con valores sociales, como con sus parejas y amigos.
¿Qué es la responsabilidad afectiva?
Los estudios de psicología han demostrado que la parte afectiva y emocional de las personas es clave para su bienestar personal.
La responsabilidad afectiva se refiere al compromiso de que debemos ser respetuosos con las emociones de las personas con las que nos relacionamos. Nuestros actos, sobre todo, en una relación afectiva y de amor, tienen consecuencias en los demás, a veces muy profundas. El engaño, la falta de sinceridad y el uso de los demás como una mercancía, no es inocuo. Puede provocar dolor, tristeza, frustración, baja autoestima y hasta depresiones. Por eso, las personas responsables son cuidadosas, trasparentes y honestas en sus relaciones afectivas. Se preocupan tanto por el propio bienestar personal, como por el de sus compañeros afectivos.
Pero además, las personas responsables afectivamente, crecen más como personas. Son más equilibradas y serenas. De cara a los demas, acaban siendo más sensibles e inspiran mayor confianza.
La versión moderna del Don Juan
Aunque nos pueda parecer exclusivo de los últimos tiempos, la frivolidad en las relaciones amorosas y sexuales, siempre ha existido.
El personaje clásico de Don Juan es una muestra del hombre frívolo que utiliza a las mujeres para satisfacer su vanidad personal. Dejando detrás un reguero de amargura y dolor. Todas las culturas tienen mitos amorosos y sexuales similares.
La novedad hoy en día, es que tanto ciertos hombres, como ciertas mujeres, han asumido este comportamiento egoísta e insensible. Y sucede tanto en relaciones heterosexuales como homosexuales. El ghosting, esto es, desaparecer sin dar más señales cuando aparentemente una relación comienza a crecer, es uno de los síntomas de este comportamiento inmaduro y egoista.
Otra cosa distinta, es la experiencia del desamor tras una relación amorosa verdadera, que por motivos muy diferentes, pueda romperse en algún momento de la vida.
Existen cambios en los valores sociales que explican que se hable cada vez más de estos temas. El desarrollo de redes sociales, también alrededor de las relaciones afectivas, es probablemente un factor que acelera este comportamiento.
Tinder, Meetic, Darling y un sinfín de otras aplicaciones equivalen en cierto modo a los supermercados modernos del amor. Aunque es cierto que muchas parejas que han creado relaciones profundas y respetuosas se han conocido así, también hay quienes las usan de una manera consumista.
Frente a la magia de lo desconocido, que supone el descubrimiento espontáneo de otra persona, nos encontramos con la atribución de «atributos de producto». Justo como en los lineales de las grandes superficies: color de pelo, edad, altura, hobbies, etc. Sírvase, disfrute y tire el envase a la papelera, parecen pensar algunos.