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La Organización Mundial de la Salud, define la salud integral como un estado de bienestar físico, mental y social, que va más allá de la mera ausencia de enfermedades. Esta visión establecidad en 1948, supone un enorme avance en los objetivos de mejora de calidad de vida en la población.
Desde este prisma, vamos a analizar algunos indicadores de tendencias internacionales para valorar hasta qué punto nuestra sociedad es sana.
Evolución de la esperanza de vida
El primer indicador de la salud integral es la salud física. Para analizar su evolución en el tiempo y la comparativa entre países hay que mirar a la esperanza de vida. Desde este punto de vista, nunca hasta las últimas décadas, ha existido un nivel tan alto. Ya sea por el estilo de vida como por un acceso a los sistemas de salud, la longevidad es de manera general la más elevada que jamás ha existido.
Tal como recogen los informes de “Our World in data”, los análisis de restos humanos reflejan que, en la edad premoderna, es decir antes del siglo XVI, se vivía alrededor de 30 años en todas las regiones del planeta.
Este indicador tan bajo de esperanza de vida era consecuencia de una altísima mortalidad infantil. Pero también de una penosa existencia en los adultos, que los llevaba a perder sus piezas dentales con unos 40 años y a subsistir desnutridos.
Progreso en el siglo XIX
Es solamente a partir del comienzo del siglo XIX, cuando la esperanza de vida comienza a crecer en los países industrializados. Reino Unido es el más avanzado, pronto le siguen otras naciones europeas. La población vive más, al tener pequeñas mejoras en la alimentación y acceso a bienes, como ropa o una vivienda mejor acondicionada. Pero aún así, el progreso es muy lento.
Es en el siglo XX cuando la productividad industrial, agrícola y de los servicios se dispara. Y tras la segunda guerra mundial, en los años 50 del siglo anterior, cuando los sistemas de Salud Pública, se generalizan en la mayor parte de sociedades avanzadas. Y más tarde en los países en vías de desarrollo, que también se benefician de los avances generales de la medicina. Pensemos que el país con la esperanza de vida más baja en 2019 era la República Centroafricana. Una persona que nazca en ese momento, podía esperar llegar hasta los 53 años, una cifra que nos parece realmente baja, pero que es superior a la de Inglaterra en 1900, el país que en ese momento tenía más longevidad.
La salud integral y salud mental en los últimos siglos
Evidentemente no tenemos acceso a exámenes mentales de nuestros antepasados. Pero si analizamos el siglo XVI, el siglo de oro español y el momento vital de apenas 15 generaciones anteriores a la nuestra, las evidencias son malas.
La literatura nos dice mucho de las creencias, las preocupaciones o las relaciones sociales de la época. Y por desgracia el panorama era desolador. A modo ilustrativo, la maravillosa biografía de Cervantes, del hispanista francés, Jean Canavaggio, nos refleja las múltiples vicisitudes y angustias de cualquier familia contemporánea. Y estamos hablando de una familia de clase media alta de la época, y con acceso a la educación, cosa muy excepcional en cualquier país del siglo XVI.
Ansiedad por falta de recursos, malos tratos dentro de las familias, estancias en la cárcel por impago de deudas, alistamientos para guerras continuas entre las naciones. Por no hablar de la existencia de la esclavitud humana o el temor exagerado a la autoridad. Pero también las múltiples supersticiones angustiosas y los temores sobrenaturales del momento. Y en cuanto a las relaciones, servilismo ante los poderosos, una doble vida falsa y triste por parte de los hidalgos o arreglos forzosos en las relaciones de pareja.
No es difícil imaginar unos niveles de salud mental y social terriblemente precarios, e infinitamente inferiores a los que hoy en día se disfrutan.