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Los médicos de cabecera insistimos a nuestros pacientes sobre la importancia de realizarse analíticas con cierta regularidad. La frecuencia depende de la edad o de la existencia de algunas enfermedades. Las transaminasas altas se detectan con un análisis de sangre bastante sencillo.
Para que lo entendamos, al igual que nadie sabe a priori, que tiene el colesterol y los triglicéridos altos, tampoco hay síntomas claros de la presencia elevada de transaminasas altas.
Esto en sí, no es una enfermedad, pero si es el signo de que algo no marcha bien en el organismo. Normalmente algo relacionado con el hígado. Por eso, es normal que cuando los médicos detectamos las transaminasas altas, pidamos otro tipo de pruebas, para confirmar si lo que hay detrás de este indicador es una enfermedad hepática, u otras razones.
En los casos en que existe una enfermedad grave detrás de los niveles elevados de transaminasa, cuando antes se detecte mejor. Por eso nuevamente insisto en la importancia de los chequeos médicos preventivos.
¿Qué son las transaminasas?
Las transaminasas son una serie de enzimas que segrega el organismo, sobre todo el hígado, pero también los músculos y el corazón.
Estas moléculas cumplen diferentes funciones. Son unos elementos químicos que ayudan a transformar las proteínas y sus subcomponentes, los aminoácidos, para que puedan ser aprovechados por el organismo. También para reconstruir proteínas con la estructura precisa que los distintos tejidos necesitan. Una especie de fábrica de ensamblaje de proteínas.
Están relacionadas pues, con lo que llamamos el metabolismo del cuerpo.
Transaminasas altas, ¿cuándo preocuparse?
Hay dos palabrejas que los médicos conocemos y que miden la presencia de ciertos tipos de transaminasas. Los valores ALT (Alanina Transaminasas) o GPT y los AST (Aspartato Transaminasa) o GOT.
Todos nosotros tenemos un cierto nivel en sangre como consecuencia del metabolismo de las células. La alerta se produce cuando estos niveles superan los 40 UI/L en hombres y 35 UI/L en mujeres.
Lejos de caer en el pánico, hay que dejar que sea un médico quien interprete estos resultados. A veces existen episodios pasajeros que pueden explicar estos índices. En otros, es cuando realmente estamos detrás de una enfermedad que requiere un tratamiento. Lo más probable, una enfermedad o disfunción en el hígado, que se pueda controlar.
A veces los niveles altos de ATS tienen su origen en un problema cardiaco o en una lesión muscular. Las lesiones musculares también pueden generar estos componentes.
Causas
Las principales causas de niveles elevados de transaminasas son las siguientes.
Una enfermedad hepática o del hígado.
Recordemos que el hígado es una especie de laboratorio químico que el organismo utiliza para regular una serie de componentes químicos en la sangre. Asimismo, es un órgano dedicado a fabricar proteínas.
También excreta una sustancia llamada bilis, que sirve para descomponer y facilitar la absorción de grasas.
Pues bien, hay una serie de infecciones víricas que pueden provocar una inflamación en el hígado. La hepatitis A, B y C son las más probables.
En otras ocasiones se inflama por el consumo de alcohol o drogas, por una intoxicación alimentaria, por los efectos secundarios de un tratamiento farmacológico o la acumulación excesiva de grasa.
Cuando esto sucede, el hígado segrega en el torrente sanguíneo una alta cantidad de transaminasas.
Lesiones cardiacas
Lesiones musculares
Cáncer de hígado
Síntomas de transaminasas altas
Lo primero que hay que saber, es que normalmente no existen síntomas. Es por eso que sólo se detectan cuando hacemos una analítica y las medimos en sangre.
Solamente si existe un daño hepático importante, pueden producirse algunos síntomas de una enfermedad. A saber:
- Molestias abdominales, dolor, náuseas o vómitos.
- Sensación de fatiga crónica, fuerte cansancio.
- Un color oscuro en la orina.
- Molestias en la piel con picor generalizado.
- Coloración amarillenta en la piel y mucosas.
Prevención
Las principales reglas que funcionan para una buena salud cardiovascular, se aplican para la prevención de las enfermedades del hígado. Existen unos hábitos saludables que reducen el riesgo de sufrirlas o que ayudan a reducir su nivel cuando han sido identificadas:
- Una dieta sana y equilibrada, que evite el exceso de grasas que se deriva, por ejemplo, a través de la charcutería y carne roja.
- El ejercicio físico adaptado a cada edad frente a un estilo de vida sedentario.
- Evitar el consumo excesivo de alcohol.